Editorial La Iguana Ciega
“Las guerras en el Bolívar Grande 1875 – 1902”
Presentado el pasado 28 de febrero en La Biblioteca José Fernández de Madrid de la Universidad de Cartagena - Claustro San Agustín
Con la participación del autor Jairo Álvarez,
junto al doctor en historia Francisco Flórez Bolívar.
El libro “Las guerras en el Bolívar Grande 1875 – 1902” tiene como propósito dar a conocer de manera detallada el desarrollo, las características y las condiciones contextuales que se presentaron en el Caribe colombiano, especialmente en el antiguo departamento de Bolívar, en medio de dos de las más importantes guerras civiles que se produjo en Colombia durante el siglo XIX: la de 1876-1877, que para efectos de la Costa empieza con el conflicto regional de 1875, y la de los Mil Días, que tuvo lugar entre 1899 y 1902.
Al mismo tiempo analiza tres historias de vida para comprender los efectos que tuvieron las guerras civiles en el antiguo departamento de Bolívar. Por un lado, intenta superar la visión tradicional que ha hecho carrera y que presenta a la Costa como una región alejada de los conflictos nacionales del siglo XIX; y, por el otro, se muestran las distintas intenciones que escondía la entrada de los rostros diversos que participaban de las guerras. De esta manera, acudiendo a las experiencias del hacendado Manuel Burgos, del obispo Pedro María Revollo y del negro Joaquín Mercado Robles, se estudian varias de las motivaciones individuales y colectivas que se movieron entre los hombres de la región al ingresar en los escenarios de conflicto.
El “noble adversario”, Joaquín Mercado Robles
Este prestigioso dirigente de origen negro fue uno de los grandes abanderados del liberalismo durante la guerra de los Mil Días y fue uno de los ejemplos victoriosos de cómo el conflicto otorgó espacios de movilidad social a personas de extracción humilde y de raza negra que a partir del honor, la dignidad militar y la formación académica alcanzaron un lugar dentro de los cerrados círculos de poder regional.
Nacido a mediados del siglo XIX en el corregimiento de Medialuna, municipio de Pivijay (Magdalena), llegó a tierras bolivarenses luego de una de las inundaciones producidas por el río Magdalena para trabajar en las obras de construcción del ferrocarril que unió a Cartagena con Calamar (1890-1892). Cursó estudios superiores hasta alcanzar el grado de abogado en la Universidad de Cartagena .
Joaquín Mercado Robles desarrolló una carrera que se fundamentó, primero, en el renombre que alcanzaron sus acciones militares en el campo de batalla durante la guerra de los Mil Días y en el gran capital político que obtuvo, a su vez, por mostrarse como respetuoso de los códigos de honor durante la misma guerra. Efectivamente, todo esto le sirvió para tener gran ascendiente sobre la población negra y mulata militante del liberalismo bolivarense, principalmente entre los habitantes de las provincias orilleras del canal del Dique y los Montes de María, lo cual le serviría para alcanzar importantes logros dentro de su partido . Mediante sus capacidades como hombre de guerra pudo ascender en el mando militar de la tropa liberal, a pesar de su pasado humilde y de ser identificado socialmente como hombre de color. En el transcurso de la guerra alcanzaría a ser parte de la oficialidad del general Rafael Uribe.
El respeto Robles a las reglas del conflicto también hizo crecer la figura de Mercado Robles. La experiencia del enfrentamiento entre las tropas conservadoras comandadas por el general Lácides Segovia, quien comandaba un batallón de reclutas que recogió en las calles y en los pueblos cercanos a Cartagena, contra sus guerrillas en Mahates, en septiembre de 1900, es una muestra de lo que intentamos decir. En el combate triunfaron las fuerzas de Mercado Robles y Segovia cayó herido y prisionero en sus manos, salvándolo de ser muerto por sus soldados que le apuntaban con sus rifles. Se firmó un pacto para tratar a los prisioneros, y el jefe guerrillero se hizo cargo de su contradictor con atenciones y consideraciones, como “un caballero sin tacha”, y lo acompañó hasta Arjona y lo envió en el ferrocarril hasta su familia, mientras que su tropa acampó en Arenal con rumbo a Sabanalarga. Cuando finalizó la guerra, y ante la intención de un sector intransigente del gobierno conservador por juzgar a los cabecillas revolucionarios en consejos de guerra, se presentó la mediación de Segovia para que se amnistiara a Mercado Robles y se lo llevó hasta su propia casa en Cartagena .
Las normas internas que imponía “el negro Robles”, como se le conocía, también evidenciaba la forma como asumía la guerra. El 24 de junio, desde su cuartel general en Mahates y antes de su encuentro con Segovia, dispuso como orden general prohibir, bajo penas severas, realizar disparos sin objeto y sin orden, y cometer robos, sentenciando que esperaba que su ejército diera “muestras de absoluta moralidad” . Mercado Robles demandaba en sus tropas un fuerte compromiso y espíritu de decisión. En el marco de una guerra revolucionaria, la guerrilla requiere soldados con una conciencia clara de los fines políticos de su lucha, y era lo que intentaba imponer Mercado Robles, obviamente, dando ejemplo a sus tropas. Como lo sugiere Thibaud, el jefe de una guerrilla, más que cualquier otro, llegaba a su puesto por sus cualidades, su competencia y su carácter .
Negros y macheteros de todos los pueblos de la orilla del canal del Dique y de la vía del ferrocarril, entre María la Baja y el Carmen, acompañaron al personaje en su tropa que, a juicio de un general conservador, fue una de las dos guerrillas que “merecían que se les dedicase alguna atención por su relativa importancia” . Comandados por Mercado Robles, protagonizó un sangriento combate con el ejército conservador (Columna Antioqueña) en María la Baja el 20 de febrero de 1901. A órdenes de “el negro” unos 500 hombres enfrentaron a 90 de los gobiernistas. El combate inició a las seis y treinta de la tarde con armas de fuego en los alrededores del pueblo y terminó “a machetazos y a la bayoneta en la plaza y los cuarteles”. Hubo más de 45 víctimas entre muertos y heridos, aunque según palabras del conservador Víctor Salazar fueron en total 305 las bajas, todas ultimadas “a machete limpio”. Los que no cayeron en combate huyeron para seguir oponiendo resistencia en otras poblaciones. Mercado Robles huyó solo y se internó de a pie en los bosques . Aún tendría arrestos para entrar a Tolú con una guerrilla de cien hombres y saquear a varias familias y luego pasar a Palmito, donde los turcos también serían víctimas de sus saqueos. Estaría peleando después en Colosó y en Sincelejo comandando a unos 700 hombres que chocaron contra las fuerzas del general Torralbo, que “temía el arrojo de aquel oficial” y tras el combate saldría herido y se le creyó muerto. También estaría enfrentándose a tropas conservadoras en El Carmen, Ovejas y San Juan. Los hombres que lo enfrentaron aquí llegaron a preguntarse ¿cómo podremos resistir el empuje del negro contando como contamos solamente con cuatrocientos hombres?
El ascenso político y el capital social que llegó a obtener Mercado Robles en la guerra, a pesar de su condición de negro y su origen humilde, es una clara muestra de la transformación que se empezó a generar en el interior del mundo sociopolítico del departamento de Bolívar en la transición hacia la nueva centuria. Más allá de las normales restricciones raciales que imponía la época, los sectores populares hicieron de la participación política, la reivindicación del trabajo y de las formas de vida virtuosas, los elementos centrales para el logro del reconocimiento social.
Por Juaquín Mercado Robles
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